

Ubicado en un enclave atípico, el área de servicio Torrevista, el local llama la atención por sus posibilidades como espacio, ya que cuenta con una primera zona, la de tapeo, con barra y mesas; un primer salón, en el que se montaría la gran mesa cuadrada para nuestro evento; y un tercer espacio, también bastante amplio, de terraza acristalada con vistas a un área infantil que parece muy bien planteada para disfrutar de una velada en familia.
El invitado para la ocasión de Murcia Gourmet fue de excepción. El empresario José María Casanova, fundador de Alvalle, empresa murciana líder en producción de gazpacho envasado, actualmente conocida como Tropicana Alvalle tras la adquisición de la firma en 1999 por parte de la multinacional PepsiCo. Casanova, ahora convertido en consultor, compartió su experiencia con Murcia Gourmet y habló sin tapujos de la actual situación socioeconómica en una animada y enriquecedora charla que se prolongó más allá de los postres.
Pero entremos en harina, en lo que tenía preparado el chef Cayetano Gómez para Murcia Gourmet. Según él mismo explicó en su saluda, El Bistró busca una cocina más atrevida que su matriz, el conocido Restaurante Casablanca, tradicional enclave de celebraciones en la pedanía murciana de El Esparragal. Con esa declaración de intenciones procedimos a la degustación.
Servidos en mesa encontramos unos grandes boles con chips de tubérculos, siempre recurrentes como entretenimiento mientras empiezan a llegar los platos, así como una curiosa madeja de parmesano que se engullía de un bocado.
Enseguida llegó el primer y curioso plato. Se trataba de una tosta untada con crema agria sobre la que se había colocado hueva de mújol. A continuación nos sirvieron un agua aliñada y acompañada de tomate, mozzarella y salazones, seguida de unas croquetas de berenjena y jamón. Fueron los entrantes de un menú que, y lo pondríamos como pero, no fue explicado por el chef o, en su defecto, entregado físicamente a modo de guía para los comensales.
No hay actualmente cocina que se precie que no incluya en sus propuestas el toque “japo” y aquí tampoco faltó. En este caso, una correcta combinación de Nigiri y Maki Sushi.
El apartado dedicado al mar tuvo tres entregas. Sorprendió la llegada a la mesa de una lata de conservas, que ocultaba una ostra asada en escabeche, y la mezcla de sabores de un jugo de guisantes con moluscos. La última entrega, tal vez algo extemporánea a esas alturas de menú, fue el calamar a la andaluza (ligero rebozo) con alcachofas y jamón.
Los sabores más contundentes llegaron con el rabo de toro cubierto por un suave puré de patata y el huevo poché con migas, tocino y longaniza. Se podría decir que los socios de Murcia Gourmet son ya auténticos expertos en la cata de la parte final del bravo animal, puesto que se ha catado en tres de los cuatro últimos restaurantes.
Y, finalmente, la triple entrega del postre. Una espuma cremosa de limón, miel y almendras, una segunda crema de coco y frambuesas y los bocaditos Petit Four.
Cumplieron su papel
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